Desde hace muchos años están en constante debate los temas acerca de la igualdad del lenguaje. De estos debates salió el término “lenguaje no marcado”, que buscaba términos medios que no señalaran directamente a masculino o a femenino y con ello empezó a darse un cambio lingüístico.

Hasta hace escasamente unas décadas el papel de la mujer en el mundo laboral y su capacidad de gobierno era mínima o casi inexistente, por lo que delante de este cambio y lucha por la igualdad de géneros se empieza a feminizar el idioma. Con la incorporación de la mujer en diversas profesiones empiezan a surgir nuevas palabras y nuevas estructuras para formar estas palabras.

La incorporación de nuevas estructuras y nuevas palabras produce irregularidades en el sistema que se deben normalizar. La regularización o la normativización deberían de venir del uso que hace la gente  de la lengua.  Un gran ejemplo de esto sería el caso del canciller, -a.

La palabra cancillera aparece por primera vez con el ascenso de Ángela Merkel como “Kanzlerin” (canciller) en Alemania. El uso de este palabra no resulta extraña a nuestros oídos, ya que lo oímos constantemente en todos los medios de comunicación. No obstante, pese a que su uso es constante y está aceptada por la sociedad, el DPD en un principio no aceptó este término, como término regularizado. Ahora bien, en el breve plazo de unos pocos años se ha aceptado tanto  la canciller alemana como la cancillera alemana.

El lenguaje cambia con el mundo y debemos adaptarnos como lingüistas a ello. Debemos de saber que no somos dictadores de las normas del lenguaje, sino analistas de él y que nuestra finalidad es normativizarla teniendo en cuenta el lenguaje que se habla.



Stefanie Layher






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