La adopción de extranjerismos es casi imposible sin realizar ningún cambio en la palabra. La intención es pronunciar de la misma manera que en su lengua original, como hardware, light, affaire, flashback, etc.

Las palabras también se adaptan a la ortografía y pronunciación de España, por distintas razones. Se quieren españolizar las palabras, de modo que se sacrifica su ortografía ortogonal para la pronunciación como blus > blues, baipás > bypass, güisqui > whisky, nocaut > knock-out, párquin > parking. La otra manera de adaptación es el ajuste de la pronunciación de las palabras extranjeras, como airbag – airbág, punk – púnk, surf – súrf. Para nombres propios como topónimos es mejor la adopción de uno a uno de la escritura y la pronunciación de la lengua original. Aquí también hay formas hispanizados, como Bayern – Baviera, Hamburg –Hamburgo, Nürnberg - Núremberg, Colonia – Köln etc., pero también formas original , como Washington, Ghana, etc.

He aquí el debate: ¿hasta qué punto se deben aceptar estas adaptaciones? En mi opinión, es un poco difícil opinar de esto como extranjera. Por una parte no es bonito que todas las palabras extranjeras se queden igual que en su idioma original, porque forma lenguas internacionales que borran parte de la cultura original del lugar. Pero, por otra parte, la adaptación de ciertas palabras resulta excesiva, aberrante o incluso, en ocasiones, ofensiva. Por ejemplo, con este último caso de palabras, los nombres propios: Münster es una ciudad alemana que en España se conoce como Muñiste, forma que coincide con la segunda persona del perfecto del verbo muñir.

Poco más puedo decir, solo creo que la clave de todo es la moderación. El equilibrio es lo más importante, porque si caemos en preservar demasiado la lengua, la tradición nos lleva a una lengua muerta que no puedo decir todo lo que sucede. La lengua debe adaptarse sin excesos porque por los excesos se pierde la lengua propia y se da un paso a la globalización total del mundo, lo cual tampoco es bonito. Por tanto, la lengua debe fluir como la vida en equilibrio y sin excesos ni de novedades ni de tradiciones.


Stefanie Layher






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